Un dragón con cuerpo de madera. Una madera con alma de dragón.
Según cuenta la leyenda hubo un época en que los dragones reinaban en los cielos de la tierra. Durante muchos miles de años impartieron la paz y la justicia por todos los confines de este planeta. Cuando las constelaciones anunciaron que su tiempo había concluido, la mayoría abandonó entre lágrimas sus queridos dominios. Algunos de ellos, incapaces de alejarse de las tierras que le habían visto nacer, de los bosques donde aprencieron a volar, de sus montañas preciosas, se dirigieron al mago Merlín y le suplicaron que se les permitise permanecer en aquellos maravillosos lugares. Merlín, sabio entre los sabios, formuló un conjuro y encerró sus almas en unos pequeños muñecos para que pasaran desapercibidos a las miradas indiscretas de los humanos. De esa manera pudieron permanecer en la tierra. Según la profecía del gran Mago, algún día una mano pura les concedería de nuevo la vida. Hasta entonces deberían aceptar aquel encierro silencioso.
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